La “Rabia” se toma el Centro de Quito

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La “Rabia” se toma el Centro de Quito

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La “Rabia” se toma el Centro de Quito

La obra de Sebastián Cordero propone una fascinante forma de ver teatro: sumergidos en el escenario, junto a los protagonistas.
“Rabia” es una adaptación del cine y llega a Quito para quedarse por un tiempo.

*Esta nota no es un spoiler. Si aún no has visto la obra, puedes leer esto sin miedo. 

“En Guayaquil nos impresionó el alcance que tuvo”, cuenta Sebastián Cordero, el reconocido cineasta ecuatoriano, responsable de la dirección de pelis como “Ratas, Ratones, Rateros”, “Sin muertos no hay carnaval”, “Crónicas”, entre otras. Este 2019, dejó un rato el cine para propagar el virus del teatro en el Centro Histórico de Quito. Esto, luego de

32 funciones

a tope en Guayaquil de su primer trabajo en este mundo.

Sebastián adaptó al teatro su propia película “Rabia”, estrenada en 2009, y él mismo la dirige.

La película a la vez, es una adaptación de la novela homónima del escritor argentino Sergio Bizzio (2004). 

Acá, en una casa patrimonial del barrio San Marcos, vemos la esencia de una historia que se desarrolla siempre dentro de ese gran espacio, en sus diferentes compartimentos. Es una historia de “amor”, pero mantiene un suspenso profundo y constante. 

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Foto: Daniel Scacco

Expone la idea de la rabia de no poder hacer nada, a pesar de verlo todo. Muestra lo que le sucede a un

voyeur

(un obsesivo observador), mientras nosotros, los espectadores, actuamos como visitantes invisibles de la casa, y sin querer nos envolvemos también en ese rol de voyeuristas. Una vez que estamos ahí, queremos saber todo lo que pasa. 

La obra “Rabia” tiene funciones todas las semanas de jueves a sábado, en el Museo Muñoz Mariño -Junín E2-27 y Almeida-. El precio de la entrada es de $25

El elenco para Quito ha sido cuidadosamente seleccionado para que trasmita la realidad del día día local.

Carla Yépez y Alejandro Fajardo encarnan los papeles de los protagonistas Rosa y José María

, junto a otros actores reconocidos como

Orlando Herrera, Diego Naranjo, Lucho Mueckay e Itzel Cuevas.

Esta “Rabia” habla de una situación de encierro. Y ese encierro lo vivimos todos los que vamos a ver la obra, porque acá no hay butacas desde dónde ver la función. Estamos todos sumergidos en esta gran casa que es el escenario -con cuartos, gradas, balcones y pasillos-, donde se desarrollan los 90 minutos de función. Nadie sale. 

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Foto: Daniel Scacco

La experiencia de estar dentro de donde suceden las cosas

El teatro tiene esa magia de suceder ahí, frente a nosotros, de que cada función es única aunque tiene una trama ya escrita y un guión. Se siente: es un arte vivo. El formato de “Rabia” es similar a otros no convencionales. 

Una obra muy conocida que incluye la inmersión del público en las escenas, es la aplaudida “Sleep no more”, una obra que sirve de referencia inevitable para Sebastián. Se desarrolla en una casa de cuatro pisos en Nueva York. Cada espacio, es accesible al público. Hay momentos en los que uno tiene la libertad de escoger hacia dónde ir y conocer más de ese ambiente/mundo que exhibe la obra.

“La diferencia está en que aquí,

además de la experiencia, hay una historia y yo sí quería que se entienda. Hay un principio y hay un final

y las personas pueden ser parte de eso”, dice el director ecuatoriano. Aunque, como él mismo aclara, hay momentos en que algunos espectadores van a poder ver ciertas partes más que otros. 

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“Sebastián me dijo: que una persona te vea haciendo algo, para mí es suficiente”, cuenta Alejandro Fajardo (José María, en Rabia). Y sí, hay situaciones que acontecen en espacios específicos de la casa, que, por su tamaño, solo dan chance a que un grupo de personas -o acaso solo un par- puedan ver. 

El resto solo escuchará y tendrá que imaginarse. “Es parte de todo esto. Me gusta que una persona pueda sentir ese privilegio de ver ese momento”, añade Sebastián. 

“Sebastián me dijo: que una persona te vea haciendo algo, para mí es suficiente”

Alejandro Fajardo, actor principal

También sucede que al ingresar

dividen al público en grupos

. Esto permite manejar a la gente en las escenas, pero eso significa que algunos verán cosas que pasan en un espacio mientras, simultáneamente, otro grupo será testigo de cosas que suceden en otro cuarto de la casa. Así que hay varias formas de ver la obra. Viéndolo de esa forma, Sebastián advierte: “creo que la obra se puede descubrir mejor al ver varias veces”.

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Foto: Daniel Scacco

Un director de cine hace teatro, un teatro inusual

“En los primeros ensayos, cuando acabábamos las funciones, Sebastián las terminaba gritando ¡Corte! (como al grabar una película)”, cuenta fascinado Alejandro cuando habla de la increíble química que tuvo con Sebastián, al trabajar juntos en “Rabia”. 

Y

es la primera vez que Sebastián hace teatro.

Y le encanta. 

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Foto: Pablo Corral

“En la dirección hay cosas que van ajustándose al lugar, a las circunstancias”, dice Sebastián. Él continúa observando a sus actores en cada función y viendo también las bondades que la casa de San Marcos le da. 

“Ha sido un trabajo intenso de adaptación y de depuración. De la novela a la película quité un montón de elementos. Ahí (en la novela) pasan un montón de cosas que son fascinantes, en un lapso de tres años. Fui muy meticuloso en dónde empezar y en dónde terminar, en cómo contar el encierro. La obra de teatro te obliga a depurar más”.

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Foto: Pablo Corral

Esta no es una obra convencional

y eso abre las posibilidades a que el director pueda descubrir cosas nuevas en cada función . “En Guayaquil no dejábamos de sorprendernos. Nos sorprendíamos de cómo la gente reaccionaba. Acá nos pasa igual”.

Igual, algo que pasa es que es inevitable que la gente se meta en la obra. “Recuerdo que en una función en Guayaquil, una señora, que se encontraba a centímetros de uno de los actores, al ver que el otro se dirigía a él, anticipó sus malas intenciones y se acercó al oído del actor para susurrarle: ‘Ya viene, ya viene’”. Con esto, Alejandro no deja de fascinarse siendo el actor principal. “Es una obra muy sensorial. Deja que la obra te dé.”, recomienda a los que vengan a verla y añade que

“no necesitas haber visto la película”

Por su parte Sebastián sugiere que se preparen para dejar el celular a un lado por una hora y media. “Y

vengan con una buena predisposición a dejarse sorprender.

Es una obra inusual, pero muy dinámica. Déjense llevar (y no vengan con tacos)”.

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